Juan Manuel Fernández-Ramos está convencido de que, luego de 72 horas, todo lo que dice un preso es mentira. Un recluso le contó que tenía cinco motos en México y él le respondió que tenía diez en Cuba. Otro que guardaba miles de dólares para cuando saliera del penal, y él que acaparaba millones. “Todos sabemos que es mentira, ¿pero de qué vamos a hablar después de cinco meses aquí juntos?”. Es, entre sus ocho compañeros de la celda A1, quien más tiempo lleva en el centro de detención de adultos IAH Polk, en Livingston (Texas), a donde la ofensiva antimigratoria de Donald Trump ha llevado a muchos extranjeros que ahora esperan una posible deportación. Hay días en que Alejandro García, su vecino de la cama de al lado, se voltea a preguntarle qué cree de los oficiales de migración, si piensa que habrá una oportunidad para ellos. “Pero ya le dije que no me preguntara más, cada vez que lo hace le digo cien mentiras, yo ni soy migración, ni soy el ICE [Servicio de Inmigración y Aduanas]”.

Edición de texto:
Paola Nagovitch y Nicholas Dale
Edición visual:
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Paulina Estrada
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Mónica Juárez Martín y Ángel Hernández