La oposición es el megáfono de Petro

hace 5 horas 3

La oposición es el megáfono de Petro

Resumen: La miopía opositora: ¿Por qué el gobierno de Petro se fortalece? Una dura crítica al debate nacional.

Este resumen se realiza automáticamente. Si encuentra errores por favor lea el artículo completo.

Esta tribuna no es para legos en política, para aquellos que observan el ruedo desde la barrera sin comprender la danza de poder que se ejecuta en el centro. Es un mensaje directo, sin adornos, para la oposición colombiana, esa fuerza que, paradójicamente, parece estar insuflándole aire fresco a un gobierno que muchos daban por desinflado. Los números son elocuentes y deben erizar la piel de quienes aspiran a ser la alternativa: el presidente Petro, al segundo término de su trigésimo mes de gestión, no solo ha frenado su caída en las encuestas, sino que ha experimentado un repunte inesperado. Un espejismo, quizás, pero un espejismo alimentado, en gran medida, por la miopía estratégica de sus detractores.

Resulta indignante observar cómo alcaldes, gobernadores, concejales y asambleístas, electos para gestionar los destinos de sus territorios, han desviado su atención hacia el omnipresente debate nacional, centrando sus discursos y energías en descalificar al gobierno central. Sus roles, sus funciones primarias, los compromisos adquiridos con las comunidades que los eligieron, yacen olvidados en la vorágine de la confrontación política. Los programas y proyectos locales languidecen, víctimas de un debate estéril que solo sirve para dilatar el progreso y el control político territorial. Mientras tanto, el presidente capitaliza esta distracción, presentándose como víctima de una oposición obstruccionista, una narrativa que, lamentablemente, se encuentra retumbando en un sector del electorado.

El reciente aumento en la aprobación presidencial, particularmente entre los jóvenes de 18 a 24 años (un salto de 10 puntos porcentuales) y en la población mayor de 50 años, no es un dato menor. Revela una desconexión entre el discurso de la oposición y las percepciones de una parte significativa de la ciudadanía. Mientras los opositores se enfrascan en una crítica constante al ejecutivo, el presidente logra conectar con segmentos clave de la población, vendiendo la imagen de un líder incomprendido y asediado. La caída en su desaprobación, del 63% al 57%, es una señal de alerta que no puede ser ignorada. Cuatro de cada diez colombianos aún respaldan su administración, un núcleo duro que, en tiempos de campaña, puede ser la base para una nueva oleada de apoyo.

En una sociedad donde, lamentablemente, a menudo se tiende a simpatizar con la figura del desvalido, con aquel que se presenta como víctima, el presidente ha sabido explotar esta dinámica. La narrativa de que no lo han «dejado gobernar», de enfrentar una constante obstrucción, cala hondo en un electorado susceptible a la lástima y a la indignación ante supuestas injusticias. Se vende humo, promesas vacías, pero se hace con la maestría de quien conoce las fibras sensibles de un pueblo ávido de esperanza, Aunque esto sea ilusorio.

Durante tres largos años, el debate público ha estado peligrosamente monopolizado por la figura presidencial. Ya sean los medios de comunicación, los aguerridos opositores en redes sociales o la conversación cotidiana en cualquier rincón del país, el foco constante en el ejecutivo ha terminado por agrandar su figura, incluso cuando la intención era la contraria. Se ha inflado, una vez más, al que se victimiza, al que divide, al que insulta, al que promete mucho, pero ejecuta poco, presentándose como el único portador de un «cambio» que, sospechosamente, siempre coinciden con sus propios designios.

Petro, astuto estratega, ha recurrido a tácticas probadas a lo largo de la historia. El «pan y circo» moderno se manifiesta en distracciones mediáticas que desvían la atención de los problemas fundamentales. La estrategia de culpar a gobiernos pasados por los hombres presentes es un recurso retórico desgastado pero efectivo. Y la presentación de reformas ambiguas, acompañadas de la victimización ante su eventual no aprobación, alimenta la narrativa del «golpe blando» y la imposibilidad de trabajar. A esto se suma la dilatación de promesas incumplidas, postergando la rendición de cuentas con la promesa de un futuro mejor, y la construcción de una imagen de hombre sencillo y emocionalmente conectado con el pueblo vulnerable, a pesar de las evidentes contradicciones en su estilo de vida y el de su familia.

Es el momento, señores y señoras de la oposición, de un ejercicio de introspección urgente. Dejen de ser el eco constante del Palacio de Nariño. Concentren sus energías en el trabajo para la que fueron elegidos. Demuestren con gestión, con resultados tangibles en sus territorios, que existe una alternativa real y capaz. Déjense de inflar, con su obsesiva atención, al Petro que finge derrocar. El pueblo colombiano no puede seguir pagando el precio de un debate político ensimismado y estéril. Es tiempo de trabajar, de construir, de demostrar que la oposición no es solo un coro de críticas, sino una fuerza propositiva y comprometida con el bienestar de cada ciudadano. El futuro del país depende de ello.

Las opiniones que aquí se publican son responsabilidad de su autor.

Leer el artículo completo