Los tentáculos del Festival de Música Antigua de Utrecht no paran de crecer. En los diez días que durará esta nueva edición se anuncian un total de 250 conciertos y un millar de músicos, que serán oídos potencialmente por más de 80.000 espectadores. Muchos de estos conciertos son gratuitos, con intérpretes mayoritariamente muy jóvenes, y se engloban en el llamado Fringe: la sombra de Edimburgo es alargada. Pero la sección oficial, que puede seguirse en parte por medio streamings en directo, ensancha también sus hechuras año tras año. Durante mucho tiempo, por ejemplo, el primer día del festival había un único concierto inaugural; el pasado viernes, sin embargo, hubo nada menos que cinco, el primero a la una del mediodía y el último a las diez de la noche. Poco a poco han ido convirtiéndose en moneda corriente que se celebren dos conciertos a la misma hora, pero las simultaneidades aumentan asimismo sin cesar y en ocasiones hay que decidir también por cuál de tres conciertos concurrentes ―todos interesantes o atractivos sobre el papel― decantarse, primando así de antemano, quizás injustamente, a uno en detrimento del resto. Sin poseer el don de la bi o la trilocación, no hay otra alternativa.