Aquella fiesta que nunca tendrá lugar

hace 1 mes 12

Aquella fiesta que nunca tendrá lugar

Resumen: Adiós a un titán de las letras africanas: Murió Ngugi Wa Thiong'o, el eterno candidato al Nobel. Su legado combativo y su renuncia a escribir en inglés lo convirtieron en un referente.

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Ngugi Wa Thiong’o murió de la misma forma en que vivió durante los 87 años para los que alcanzó su vida, en silencio y con discreción. Su partida no sólo es una pérdida invaluable para la siempre ignorada literatura africana, aún hoy carente de héroes y sobreviviendo de sobras entre las tinieblas, sino que también es un baldado de agua fría para una industria editorial que desde hace más de una década se venía preparando con anticipación de pitonisa para el que se tenía como el más inevitable de los acontecimientos: su inminente proclamación como ganador del Premio Nobel de Literatura cualquier octubre de estos.

Desde 2015, cuando lideró la puja en las casas de apuestas con la eventual triunfadora de aquel año, Svetlana Alexievich, cada uno empezó a hacer su parte. DeBolsillo arrancó su catálogo del olvido reimprimiendo el volumétrico “El Brujo del Cuervo” y nos mostró su faceta más beligerante como ensayista con “Descolonizar la Mente”, a los que le seguirían poco después “Un Grano de Trigo”, “El Diablo en la Cruz” y “Reforzar los Cimientos”; la insospechada editorial Rayo Verde publicaría paulatinamente su exquisita trilogía biográfica a partir de 2016 y “Desplazar el Centro”, un claro manifiesto anticolonialista; y en 2017 la siempre entrañable Kailás lanzaría el doblete de relatos clásicos “El Río que Nos Separa” y “No Llores, Pequeño”. Hasta el último detalle estaba listo para aquella fiesta que nunca tendrá lugar.

Su historia es la típica epopeya del camino del guerrero que forja a las leyendas. Un chico de orígenes humildes, criado entre la sombra del imperio británico y las fuerzas en tensión de los movimientos revolucionarios de Kenia, abraza las costumbres colonizadoras estudiando en Inglaterra, pero luego vuelve a sus raíces renunciando a escribir en inglés para hacerlo desde entonces sólo en su materno gikuyu y cambiando su nombre blanco (James) por el que le daría fama mundial. Ya en su tierra, la polémica carga política de sus textos lo llevarían a prisión y forzaría su exilio durante décadas, del que regresaría sólo para que su rostro fuera desfigurado durante un atraco a domicilio en un intento infructuoso por proteger a su esposa.

Pero la pólvora se mojó aquella mañana de 2021 cuando el nombre de Abdulrazak Gurnah fue el que salió de los labios de la Academia Sueca. Los que expectantes le apoyábamos desde la tribuna supimos que había llegado el fin. Así como Bob Dylan (2016) acabó con las aspiraciones de Philip Roth y Han Kang (2024) puede haber rematado las de Haruki Murakami, el perfil de Gurnah era tan parecido al de Wa Thiong’o que la suerte estaba echada. El heredero natural de Chinua Achebe, al igual que su maestro, se quedaría también a las puertas del olimpo literario.

Nunca sabremos qué le faltó para tocar la gloria. Tal vez un poco más de continuidad en su producción le habría ayudado (pasaron 14 años entre sus dos últimas novelas), quién sabe. Lo cierto es que se ha ido un titán de las letras negras, se apagó la pluma más combativa de África.

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Redacción Minuto30

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