“Tenemos que defender nuestra nación”, dijo el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en el discurso con el que dio inicio a su último año de mandato. El escenario para que el mandatario diera uno de los discursos más esperados del año, el del día en el que el país celebra la victoria definitiva en la guerra de Independencia, estaba cuidadosamente elegido. Dos días antes, el presidente escaló, vía X y sin consulta previa con su Cancillería, una disputa limítrofe con el Perú que no estaba en la agenda pública. Informó, además, que la tradicional celebración del día del Ejército no se haría en el sitio de la Batalla de Boyacá, que por demás estaba rodeado de bloqueos por un paro minero, sino en el puerto de Leticia, mil kilómetros más al sur y símbolo de lo que en Colombia se suele reclamar como una gran victoria bélica en su único conflicto armado con un vecino: en 1932, un grupo de peruanos se tomó esa ciudad, arrió la bandera colombiana e izó la rojiblanca, reclamando el territorio en nombre de su nación. Ocho meses y cientos de muertes más tarde, la ciudad se volvió colombiana, de forma definitiva. Cada país cedió parte de sus pretensiones en la cuenca amazónica; Colombia aseguró una frontera sobre el río, con Leticia como gran puerto. Desde entonces, esa ciudad es parte del repertorio de símbolos nacionales colombianos.