Lo que debía ser una noche de fútbol internacional terminó convertido en un episodio de extrema violencia en el estadio Libertadores de América, en Argentina. El duelo entre Independiente y Universidad de Chile, por los octavos de final de la Copa Sudamericana, fue cancelado tras desatarse graves disturbios en las tribunas.
Los incidentes comenzaron en la tribuna Pavoni Alta, donde se ubicaban los hinchas visitantes. Allí, un grupo de aficionados de la Universidad de Chile arrancó butacas, encendió fuego y lanzó bombas de estruendo y botellas hacia los simpatizantes locales.
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La voz del estadio ordenó en varias oportunidades que los visitantes desalojaran la tribuna y advirtió sobre posibles sanciones. Sin embargo, los hinchas de la U. no se retiraron, forzaron un cuarto de limpieza y comenzaron a arrojar objetos contra los simpatizantes rojos, lo que agravó aún más la situación. Varios aficionados de Independiente resultaron heridos y debieron abandonar precipitadamente la tribuna.
A pesar de la magnitud de los hechos, la policía —650 efectivos de la provincia de Buenos Aires y 150 privados— no intervino en un primer momento, debido a que la Conmebol había ordenado no ingresar al sector ocupado por los chilenos. Esa pasividad facilitó que los disturbios escalaran hasta niveles de extrema violencia.
El partido, que ya había sido suspendido dos veces en el segundo tiempo, se interrumpió provisoriamente durante 20 minutos mientras los jugadores abandonaban el campo de juego. Sin embargo, al iniciarse el desalojo de la parcialidad visitante se registraron las escenas más violentas.
Finalmente, el encuentro fue cancelado de manera definitiva. Afuera del estadio también se registraron corridas y enfrentamientos, mientras la policía local encapsuló y requisó los micros de los hinchas visitantes, lo que derivó en más de 300 detenciones.
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