El nuevo Tribunal Disciplinario encargado de sancionar a los jueces por faltas graves tiene el potencial de convertirse en un aliado inconmensurable de la lucha anticorrupción, o en un inquisidor virulento. Hay mucho en juego.
El nuevo Tribunal Disciplinario encargado de sancionar a los jueces por faltas graves tiene el potencial de convertirse en un aliado inconmensurable de la lucha anticorrupción, o en un inquisidor virulento. Hay mucho en juego.