El pasado 25 de febrero a las 15.16 se produjo un apagón masivo en Chile. Desde el extremo norte, en Arica, hasta la sureña región de Los Lagos -una extensión de 2.400 kilómetros-, cerca de ocho millones de hogares en Chile sufrieron un corte de electricidad, el 80% de los clientes del servicio. Durante unas cuatro horas los ciudadanos permanecieron a ciegas sobre las causas de la emergencia, pero cerca de las 19.00 ya había información preliminar de qué le originó. La capital, donde vive la mitad de la población, fue escenario de un caos vial porque la red de Metro dejó de funcionar y la gente necesitaba regresar del trabajo a sus hogares. Los conductores de coches se agolparon en las gasolineras para abastecerlos de combustible y, en el caso de quienes tenían generadores en sus casas, poder conectarlos a su vehículo. Otros salieron en masa a comprar alimentos a los negocios que aún no cerraban las puertas. Esto, mientras el servicio de internet y telefónico estaba caído o era intermitente.
