
En el barrio de Retiro, en el centro de Buenos Aires, está la villa miseria más antigua de Argentina, la 31, en la que viven cerca de 40.000 personas. Rubén Romero, de 50 años, usa las jornadas electorales para complementar su salario de maquinista industrial: madruga y se apuesta con su motocicleta en la entrada de la villa para ofrecer viajes hasta los colegios designados para votar. “El domingo casi no trabajé, poquiiiitos fueron a votar, menos que nunca”, cuenta este hombre nacido en Bolivia y nacionalizado argentino. Los datos oficiales lo confirman: aunque el voto es obligatorio en Argentina, en este céntrico barrio solo el 37,5% del padrón concurrió a las urnas el pasado 18 de mayo para votar a concejales, la participación más baja de la ciudad, casi 15 puntos por debajo del promedio, que fue del 53,3%. Desde que la capital de Argentina se convirtió en territorio autónomo, en 1994, nunca se había registrado una abstención semejante, ni siquiera en las legislativas de 2021, en plena pandemia de la covid-19.

