Katsa Tɨ, el árbol grande y Aurelio Araujo

hace 2 semanas 5

“Hoy quise recordarlo a él y a los Awá evocando la historia del árbol grande que da origen a los alimentos, el sustento de la vida”.

Por Yury Marcela Ocampo Buitrago.

  • Uno de mis profes de Antropología decía que los mitos de las distintas culturas se parecen porque las preguntas esenciales sobre la vida humana también lo hacen: de dónde venimos, qué hay después de la muerte, cuál es el sentido de la existencia. En muchos de esos mitos aparece el árbol: el de la vida, el que conecta los mundos espirituales y terrenales, el que tiene todas las semillas, el que da origen a los alimentos, el de la abundancia, el de las aguas…

    Entre los pueblos originarios de lo que hoy llamamos América y Colombia, el árbol también ha ocupado un lugar especial en sus mitos y cosmovisiones. Los Sikuani en la Orinoquía, los Murui-Muinane y Tikuna en la Amazonía, los Chibchas y Kogui en los Andes y los Awá en el Piedemonte costero conservan relatos sobre un gran árbol que marcó su destino.

    En mi trabajo como nutricionista he tenido la fortuna de escuchar a viva voz la historia de varios de esos árboles. Pero, en esta columna quiero centrarme en el Árbol Grande o Katsa Tɨ, como se dice en Awapit, lengua de los Awá.

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    Como toda historia, la del Katsa Tɨ tiene tantas versiones como narradores y narraciones. Esta que les traigo es un resumen que hice a partir de la versión de la narración que aparece en el Mandato Educativo del Pueblo Awá[1]:

    Este árbol era tan grande que alcanzaba el cielo. Era de una vieja del monte que vivía y comía de él. En esa época no había nada sembrado y la gente tenía que ir a la montaña a buscar qué comer. Ella cuidaba y daba de comer a unos niños cuando la mamá y el papá se iban a trabajar. Agarraba fríjol del árbol grande, lo cocinaba y se los daba de comer a los niños. La mamá se dio cuenta de que el niño ensuciaba fríjol y, al preguntarle, este le dijo que la vieja les daba de comer. Al otro día la siguieron y se encontraron con un árbol grande sembrado con todo. Vieron que la vieja meneaba un bejuco de guandera y decía: “Fríjol, fríjol, mis, nish, maíz, maíz, bisnis”. Y del árbol caía toda clase de comidas preparadas y sin preparar. Cuando ella se fue, ellos intentaron hacer lo mismo, pero no caía nada.

    Regresaron a sus casas y avisaron a las demás familias. En ese tiempo había animales que eran personas: conejo, papagayo, ardilla, pizanchit, pilmo, etc. Conversaron todos para tumbar el árbol. Hicieron como si fueran al trabajo y las mujeres hicieron mucha bulla con mazos como si estuvieran majando damajagua para que la vieja no fuera a escuchar que estaban tumbando el árbol. Pero ella gritaba: están tumbando mi árbol grande. Entonces decidieron ponerle una trampa para que cayera en una olla con brea caliente y poder cortar el árbol. Así la mataron. Pero, como no taparon bien la olla, del humo que salía nacieron varias clases de insectos como los moscos y los tábanos.

    Ese día todos hicieron el intento de tumbar el árbol, pero se les hizo de noche y cansados de trabajar se fueron a dormir. Al otro día volvieron y el árbol estaba sano, sin ningún corte.  Volvieron a intentar; cuando ya casi lo tumbaban, el tronco no caía. Intentó una ardilla, y nada. Entonces intentó el Pilmo, una ardillita voladora que se dio cuenta de que el árbol estaba amarrado al cielo por un bejuco, así que lo cortó y, antes de que cayera el árbol, se escondió en el caparazón de un caracol. El tronco cayó al suelo y se regaron toda clase de frutas y alimentos: chontaduro por una parte, chiro por otra, toda fruta y comida que había allí arriba se regó por toda Colombia. Desde ese momento toda la tierra se pobló de toda clase de cultivos.

    La primera vez que escuché sobre el Árbol Grande estábamos en Nulpe Medio. Allí, gracias a mi ignorancia muy bien formada, les dije a los Awá presentes que la desnutrición en sus niños y niñas era porque no los estaban alimentando bien. Se disgustaron, con razón. Y procedieron a explicarme algunas cuestiones de la alimentación Awá, empezando por el origen de los alimentos que se narra en la historia del Katsa Tɨ.

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    Con ellos trabajé consecutivamente más de un año y durante varios años alterné entre sus territorios, Quito y Medellín. Aprendí mucho. Entendí que la buena alimentación se compone también de alimentos que no aparecen en la literatura científica, de horarios y preparaciones distintos a los generalizados por la industria. Aprendí a comer chontaduro y bala. A caminar por empalizadas…

    Con ellos experimenté la incoherencia entre lo que se piensa en las grandes ciudades, donde se toman la mayoría de las decisiones políticas y sociales, sobre las periferias del país y lo que se vive en ellas.

    Vi la manera en la que los Awá se empecinan en defender su territorio, su cultura, su existencia misma a pesar de las múltiples violencias, las ejercidas por los grupos armados y la que genera el olvido del Estado.

    Sobre su territorio convergen actores en conflicto que tienen intereses distintos a los de una vida cotidiana, tranquila y digna. Intereses que chocan con el día a día de trabajar la tierra, pescar, transitar los caminos y los bosques, ir a la escuela, tejer, tener salud, etc. Pero allí siguen los Awá, con su vida cotidiana, muy frecuentemente alterada en su tranquilidad y dignidad.

    Hace poco, allí, sobre su territorio, asesinaron a Aurelio Araujo Hernández, coordinador general del Cabildo Mayor Awá de Ricaurte, CAMAWARI, y a sus dos escoltas, Jesús Alveiro Chávez y Yackson Orlando Solarte.

    Este asesinato no es solo lamentable y repudiable porque les arrebataron la vida a tres personas, matar a un líder social es una forma de aterrorizar, de intimidar a su comunidad y a quienes luchan por vivir en paz. Pero los Awá tienen tanta fortaleza que allá siguen, viviendo y resistiendo.

    Hoy quise recordarlo a él y a los Awá evocando la historia del árbol grande que da origen a los alimentos, el sustento de la vida. Hay quienes dicen que la peor forma de morir es la del olvido, a Aurelio no lo vamos a olvidar.


    [1] https://unipa-colombia.org/wp-content/uploads/2023/05/MANDATO-EDUCATIVO-PUEBLO-AWA.pdf

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