Aproximadamente la mitad del dióxido de carbono (CO₂) que emite el ser humano —fundamentalmente, con la quema de los combustibles fósiles— acaba acumulado en la atmósfera, donde permanece durante siglos recalentando la Tierra. A más concentración de este gas de efecto invernadero en el aire, más calor queda atrapado y más suben las temperaturas en la superficie del planeta. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) acaba de confirmar que la concentración de CO₂ marcó el pasado año un incremento sin precedentes, el mayor desde que arrancaron las mediciones directas modernas en 1957. La tasa de dióxido de carbono está en niveles récord y hay que retroceder miles de años para encontrar una acumulación similar en el aire.