El Mundial de fútbol de 2026 no empezará con el pitido del árbitro el 11 de junio, sino con un mapa. Por primera vez en la historia, tres países —México, Estados Unidos y Canadá— compartirán la organización del mayor espectáculo deportivo del planeta. El gesto es profundamente político: un torneo que cruza fronteras en una región, la de Norteamérica, donde las fronteras se han convertido en un campo de batalla. El balón rodará en los estadios mientras, fuera de ellos, un presidente decide —casi impone— quién puede cruzar y quién debe quedarse fuera.

Doce retos y tendencias para 2026
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hace 8 horas
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