El fin de la ola de calor ha atenuado la voracidad de los incendios que llevan más de una semana arrasando aldeas y parajes de gran valor natural en el noroeste de España, pero nadie se atreve a vaticinar cuándo se controlarán y apagarán las llamas. El alivio del calor ha mitigado su avance y la amenaza a núcleos habitados, pero se trata de fuegos de gran magnitud y comportamiento impredecible que siguen a merced del viento y de la sequedad del terreno. Entre los miembros de los equipos de extinción reina la cautela. “Puede que no surjan nuevos focos, pero con la envergadura que han tomado, esto solo lo para la lluvia”, advierte Xoan Lois Cabreira, bombero forestal de una de las brigadas de la Xunta que acumula jornadas extenuantes en Ourense. “Como no llueva pronto... Son incendios que han cogido vida propia”, apunta un experto agente forestal gallego sobre unos pronósticos meteorológicos que no prevén precipitaciones a corto plazo. Interior ha informado de que 21 focos de nivel 2, el máximo nivel de riesgo, continúan activos en España.