América Pérez Ramírez es uno de lo millones de mexicanos indocumentados que viven en Estados Unidos. Por carecer de papeles, hace años que pesa sobre ella una orden de deportación, que no se ha hecho efectiva porque hasta enero la prioridad era expulsar a quienes tuvieran un historial delictivo. El mes pasado, tras una de sus comparecencias periódicas ante las autoridades de inmigración, se le avisó de que su deportación es inmediata. En su caso, no está en juego solo su expulsión, sino la vida de su hija enferma de 11 años, que es ciudadana estadounidense y que, para permanecer junto a su madre, única persona que la cuida, también sería deportada. Es una de los casi cinco millones de niños estadounidenses que vive con el miedo a una deportación en su casa.