La olla hierve como siempre. Muérdago, langosta, un puñado de fresas... En principio, debería estar todo. El hechizo, sin embargo, no se produce. En lugar de la superfuerza, explota la marmita. Falta algún ingrediente, pero ¿cuál? Solo lo sabría Panoramix, y ahí está el problema: desde que Obélix le arrojó por error un menhir encima, el druida no recuerda ni su nombre. Ni mucho menos la receta de su célebre pócima. “El combate de los jefes me encanta porque, de todos los cómics de Astérix que he leído desde los ocho años, es en el que la aldea lo tiene más crudo”, apunta Alain Chabat en las notas de producción de la miniserie de animación televisiva homónima. Su adaptación del tebeo ―desde la semana pasada en Netflix― relata cómo se las apañan los galos para derrotar a los romanos incluso sin su mítico brebaje. Pero, en realidad, demuestra que la poción mágica nunca pierde su poder. Un reciente videojuego, los cinco capítulos de la miniserie y una nueva historieta para este otoño, la número 41. La pasión por Astérix y Obélix se mantiene como ellos: irreductible.
