
Enterrada bajo nuevas urgencias, la investigación del caso Ayotzinapa continúa en México, ajena ya a las tiranteces políticas de años pasados. Las acusaciones cruzadas y la frialdad general entre las partes, engendrada en los choques con el Ejército, a quien las familias de los 43 estudiantes desaparecidos le siguen exigiendo documentos de inteligencia sobre su destino, parecen quedar en pausa. La presidenta, Claudia Sheinbaum, reconoció en una de sus dos reuniones con las familias de los 43, ya en Palacio Nacional, que había cuestiones en las que no iban a ponerse de acuerdo, opiniones, en general, sobre el desempeño de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador. Pero insistió en que había intereses en común, espacios donde podían trabajar. Las familias asintieron, no les quedaba de otra.