Samantha Rodríguez, la rionegrera que rompe estereotipos al volante de un tractocamión

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Con 34 años, Samantha Rodríguez ha logrado abrirse paso en un mundo que históricamente ha estado dominado por los hombres: la conducción de tractocamiones. 

Oriunda del municipio de Rionegro e hija de una familia de transportadores, Samantha encontró en los caminos del país una vocación que había llevado en la sangre desde siempre. “Siempre he vivido enamorada de los carros”, cuenta. 

Aunque en su juventud tomó otros rumbos académicos, ese amor persistente terminó por marcar su destino. A los 30 años tomó la decisión que cambiaría su vida: sacar la licencia, hacer el curso de conducción de vehículos pesados y lanzarse a la carretera, respaldada por el apoyo incondicional de su padre y su hermano. 

Hoy recorre las rutas entre El Espinal, Pereira, Cali y Buenaventura al servicio de Diana Agrícola, siendo la primera mujer contratada como conductora por la empresa. “Desde que llegué nunca he sentido preferencia ni para bien ni para mal, siempre con mucho respeto y antes con mucha admiración”, señala.

Samantha no es ajena a los temores que acompañan su profesión. «Miedos todo el tiempo, es un reto cuando usted se para frente al carro y necesita convencerse de que puede manejar ese vehículo». Pero más que el peligro propio, lo que más le preocupa es el bienestar de los demás. “El mayor temor es no volver a casa y lo más duro es la ausencia frente a los hijos. Estoy laborando para darles una mejor calidad de vida, pero la ausencia pesa”.

A pesar de las dificultades y de los desafíos de trabajar en un entorno con mayoría masculina, Samantha no se deja vencer por los prejuicios. Reconoce que no todos los hombres son iguales y que muchos de sus compañeros la han recibido con respeto y admiración. “No podemos generalizar. A partir de la admiración que sienten por las mujeres, ellos están pendientes. No todo es malo y no todos son malos”.

En cada viaje, Samantha encuentra una nueva razón para seguir adelante. “Termina uno y quiere empezar el otro y así”, dice con entusiasmo. 

Su historia es un ejemplo de valentía, pasión y determinación, y un mensaje poderoso para todas aquellas mujeres que la ven pasar por las carreteras del país y le piden que toque la corneta. “Sí es posible, les dice, y es más, a partir del amor que uno le ponga”.

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