Mientras México disfrutaba del apogeo del nearshoring entre 2022 y 2023, la alta demanda eléctrica expuso las limitaciones estructurales del sistema energético, especialmente en las zonas fronterizas, lo que implicaba un cuello de botella para la expansión industrial. Hoy la generación y distribución eléctrica ocupan un nuevo lugar prioritario en la agenda política y económica, un movimiento crucial para reforzar la imagen del país como el nodo manufacturero de Norteamérica.