En un vistazo a la historia reciente de Iberoamérica, desde la primera cumbre de Guadalajara en 1991, resulta inevitable observar un desgaste paralelo del consenso democrático y de la capacidad de interlocución del principal foro regional. Tan inevitable es esa observación como la evidencia de que las dos crisis, la de la democracia y la del iberoamericanismo, están relacionadas con el ascenso de gobiernos o coaliciones de gobierno, de izquierda o derecha, que han desafiado el carácter referencial de las transiciones democráticas de España y Portugal para América Latina.