La cultura de saludar y el olvido de Carreño: un llamado a rescatar los valores

hace 1 semana 7

Minuto30.com .- En muchas instituciones educativas, la enseñanza del respeto, los modales y el trato digno ha quedado relegada a un segundo plano. La disciplina se percibe como autoritarismo, y la amabilidad como un lujo opcional. Pero no lo es. La educación no solo es ciencia, matemáticas o tecnología; también es el arte de convivir, de saber decir “por favor” y “gracias”, de saber pedir perdón, de saber escuchar.

Es triste entrar a una escuela y notar que ya no se promueve el saludo entre compañeros o con los docentes. Que se ha perdido la costumbre de ceder el puesto, de ayudar al otro, de escribir una carta con respeto. Nuestros abuelos, muchos de ellos criados en contextos humildes pero llenos de valores, nos enseñaron con el ejemplo lo que hoy hemos descuidado: el valor de la palabra, la importancia de los modales, la dignidad en el trato cotidiano.

Recuperar esa cultura no significa volver al pasado con nostalgia ciega, sino rescatar lo mejor de él para sembrarlo en las nuevas generaciones. Que en las aulas vuelva a respirarse cortesía. Que los saludos, las miradas sinceras y los gestos nobles no sean raros, sino cotidianos. Que el “manual de Carreño” vuelva, si no en formato físico, al menos en espíritu.

La verdadera educación empieza por el alma. Por eso, enseñar a saludar no es un acto pequeño: es enseñar a reconocer al otro, a valorarlo, a construir desde lo humano. Y en estos tiempos de tantas distancias, quizás lo que más necesitamos es volver a saludar… y a vivir con más humanidad.

La cultura de saludar y el olvido de Carreño: un llamado urgente a rescatar los valores

En otro tiempo, no muy lejano, bastaba con cruzar una calle para recibir un “buenos días” de algún vecino, o entrar a un aula y ver a los estudiantes de pie saludando al maestro con respeto. En las casas, los abuelos corregían con paciencia pero con firmeza: “Salude, mijito. Eso no se le niega a nadie”. Eran tiempos en los que la cortesía no era un adorno, sino una forma de vivir.

La llamada Cultura de Carreño, esa guía de urbanidad que por generaciones fue la base del buen comportamiento en los hogares y escuelas de América Latina, parece hoy guardada en un cajón polvoriento, olvidada por una sociedad que va tan rápido que ya no se detiene ni a mirar a los ojos.

El aula ya no enseña modales

Muchos docentes lo dicen en voz baja o con resignación: “Ya no se enseña como antes”. El saludo, el permiso, el respeto por la palabra del otro, se han vuelto actos casi exóticos en algunos espacios educativos. Antes, parte de la jornada escolar incluía lecciones sobre cómo comportarse en la mesa, cómo dirigirse con respeto a un adulto, cómo pedir las cosas de forma amable. Hoy, todo eso parece haber quedado por fuera del currículo.

Pero no es culpa de los niños. Los niños repiten lo que ven. Y si en casa no se saluda, si en la calle nadie cede el paso, si en redes sociales todo se grita y se insulta, es lógico que pierdan el hábito. Por eso, el problema no es solo de las instituciones educativas, es de todos: padres, maestros, sociedad.

En muchas instituciones educativas, la enseñanza del respeto, los modales y el trato digno ha quedado relegada a un segundo plano. La disciplina se percibe como autoritarismo, y la amabilidad como un lujo opcional. Pero no lo es. La educación no solo es ciencia, matemáticas o tecnología; también es el arte de convivir, de saber decir “por favor” y “gracias”, de saber pedir perdón, de saber escuchar.

Es triste entrar a una escuela y notar que ya no se promueve el saludo entre compañeros o con los docentes. Que se ha perdido la costumbre de ceder el puesto, de ayudar al otro, de escribir una carta con respeto. Nuestros abuelos, muchos de ellos criados en contextos humildes pero llenos de valores, nos enseñaron con el ejemplo lo que hoy hemos descuidado: el valor de la palabra, la importancia de los modales, la dignidad en el trato cotidiano.

Recuperar esa cultura no significa volver al pasado con nostalgia ciega, sino rescatar lo mejor de él para sembrarlo en las nuevas generaciones. Que en las aulas vuelva a respirarse cortesía. Que los saludos, las miradas sinceras y los gestos nobles no sean raros, sino cotidianos. Que el “manual de Carreño” vuelva, si no en formato físico, al menos en espíritu.

La verdadera educación empieza por el alma. Por eso, enseñar a saludar no es un acto pequeño: es enseñar a reconocer al otro, a valorarlo, a construir desde lo humano. Y en estos tiempos de tantas distancias, quizás lo que más necesitamos es volver a saludar… y a vivir con más humanidad.

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Saludar es un acto político y humano

Cuando uno saluda, reconoce al otro como ser humano. Por eso el saludo no es una formalidad, es una declaración de convivencia. Un saludo abre puertas, teje lazos, suaviza tensiones. No se trata solo de educación tradicional, sino de humanidad. Volver al saludo es también resistir a la indiferencia de estos tiempos modernos.

Los abuelos como maestros silenciosos

Muchos recordamos a nuestras abuelas diciendo: «No se entra a una casa sin saludar», o «Lo cortés no quita lo valiente». Esa sabiduría popular, esa pedagogía del ejemplo, era el verdadero sustento del tejido social. Hoy más que nunca, necesitamos traer esos valores al presente, no como una imposición, sino como un acto de amor colectivo.

Recuperar no es retroceder, es avanzar con raíces

Volver a hablar de Carreño, de modales, de valores, no es retroceder en el tiempo. Es entender que el respeto no pasa de moda. Que una sociedad sin valores se desmorona desde adentro. Las TICs, la inteligencia artificial, la globalización… todo eso está bien, pero no sirve de nada si olvidamos lo más básico: saludar, respetar, convivir.

Llamado final:
Rescatemos esa cultura que nos hacía humanos, cercanos, amables. Que las nuevas generaciones aprendan que no hay nada más revolucionario que ser respetuoso, ni nada más transformador que un saludo sincero. Que el aula, la casa y la calle vuelvan a ser escuelas de vida.

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