
Desde Turquía hasta Grecia, de Francia a España, los incendios de este verano en el Mediterráneo confirman que ya no hablamos de experimentar estaciones puntualmente secas o extremas. Los denominados incendios de sexta generación arden porque son la consecuencia de un capitalismo global asentado sobre la catástrofe climática y la destrucción de los entornos donde florece la vida. Pero también porque ese mismo sistema insiste en mercantilizar y privatizar hasta el último de los espacios comunes que habitamos.