
“Son como terroristas del mar”, dice Gabriel Franco, de 55 años, al borde de un barranco clavado en Punta Lechuza, una zona de la Reserva Nacional de Paracas. Se refiere a los pescadores ilegales que utilizan dinamita para pescar, una práctica que amenaza el ecosistema marino en esta área marina protegida, ubicada a 260 kilómetros al sur de Lima.