“Si hablamos de símbolos nacionales, el jabón Rey estaría en el ranking, un producto que se posicionó en el país a través de la vox populi”.
Por Jeison López.
Atención, paren oreja, no es traído desde las montañas, tampoco del Amazonas. No se consigue en una farmacia. ¿Médico, dermatólogo o brujo? No, no es necesario. Sirve para curar el mal de amores, el dolor de muelas, ahuyenta las malas energías, resiste a los envidiosos, cicatriza las heridas, elimina el acné, quita las espinillas. ¿Olores en los pies? Nada de eufemismos; mata la pecueca, combate la caspa, espanta cucarachas, acaba con las pulgas. Así como la frase: “Detrás de una gran mujer siempre hay un gran hombre”, en orden invertido, ocultando el sentido oscuro de una expresión patriarcal, detrás de un gran producto siempre hay una gran historia; esta es la de cómo inició Otoniel Rey. El artífice del jabón Rey, uno de los productos más tradicionales en Colombia, tiene tantas propiedades, beneficios, que las que no existen, se las inventan, sirve para todo.
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A los 14 años, Otoniel, en lugar de ir a buscar el sueño americano, persiguió el rebusque colombiano. Lejos de montarse a un avión, se despidió de Fusagasugá y llegó a Bogotá. Ese también es el sueño colombiano, migrar de un lugar a otro en búsqueda de grandes oportunidades en las ciudades “principales”. El señor Rey, siendo un adolescente, ante el fallecimiento de su madre y por ser el mayor de tres hermanos, debió hacerse cargo de su hogar. Esa fue la razón principal de su arribo a Bogotá, poner el pecho y sacar adelante a su familia. En el cumplimiento de ese objetivo, empezó a trabajar en una fábrica de productos de aseo llamada Jabonerías Unidas, propiedad de Moris Gutt, quien fue un empresario ucraniano nacionalizado colombiano, fundador de Dersa.
El cebo de carne le cambió la vida a Otoniel, se podría decir que también a los colombianos. Él empezó a experimentar con cebo, le decía a una de sus hermanas que se lo guardara. Así inició la creación de la fórmula del jabón Rey, mezclando el cebo con otros elementos. Lo que él no sabía, es que, en el futuro, a su jabón le iban a atribuir beneficios más allá de quitar la suciedad de la ropa. Los ensayos los realizó a partir de unas revistas que le prestaba doña Tornecina. Además, Ana Victoria Rey, hermana de Otoniel, se encargaba de retirar la grasa de la carne de los animales (como su objetivo no era la carne, se extendió el rumor en el relato popular de que los vecinos donde vivían gozaron de tremendos asados).
El jabón Rey al principio fue de color amarillo, nada que ver con el color azul del presente. ¿Fue para despistar a los azules, a los conservadores? La intención no es mezclar política, sin embargo, Otoniel se decidió por el color azul, sometió a votación entre sus familiares cuál sería el color que iba a identificar al jabón, todo un procedimiento democrático. Tiempo después, tras varias pruebas y comprobar su éxito, Moris Gutt aprobó que la barra de jabón llevara el apellido de Otoniel. También, el propietario de Dersa le dio un papel importante en la compañía, fue de sus empleados consentidos.
Si hablamos de símbolos nacionales, el jabón Rey estaría en el ranking, un producto que se posicionó en el país a través de la vox populi (locución latina que traduce la voz del pueblo). Otoniel Rey, a pesar de haber fallecido en el 2010, dejó un legado. Definitivamente, como dicen los abuelos: “lo que está bien hecho no necesita cambiarse, por eso es mejor hacerlo bien hecho”. Aunque en el mercado salgan todo tipo de jabones, con distintos aromas, propiedades, presentaciones, el jabón Rey es y seguirá siendo el rey.
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