Del miedo a la fiebre amarilla a la rumba del 31: así fue como nació Año Viejo que hoy nos hace reír y llorar
Cada 31 de diciembre, a medianoche, las calles de Colombia se iluminan con la quema de muñecos de trapo. Sin embargo, este acto no es solo un festejo; es un ritual de limpieza que tiene su origen en una mezcla de culturas y una respuesta a antiguas tragedias. La idea del Año Viejo como lo conocemos hoy nació de la necesidad de cerrar ciclos y dejar atrás lo negativo, utilizando el fuego como el gran transformador de la historia.
El origen de esta costumbre se remonta a Europa, específicamente a tradiciones como la quema de Judas en Semana Santa. Con la llegada de los españoles a América, estas prácticas de destruir figuras para castigar el mal se fusionaron con las creencias de los pueblos andinos. Para los indígenas, el tiempo no es una línea recta, sino un ciclo de muerte y renacimiento, donde el fuego no destruye la vida, sino que la purifica para que algo nuevo pueda nacer.
No obstante, fue en el siglo XIX y en territorio ecuatoriano donde la tradición cobró su forma actual. En ciudades como Guayaquil, los habitantes comenzaron a fabricar muñecos de paja y ropa usada como una medida simbólica para enfrentar epidemias devastadoras, como la fiebre amarilla. Al quemar estas figuras, la gente buscaba limpiar el aire de las enfermedades y ahuyentar los males que habían azotado a la población durante el año.
Con el paso de las décadas, esta práctica cruzó fronteras y se arraigó profundamente en Colombia, especialmente en regiones como Nariño y Antioquia. Aquí, el ritual se cargó de picardía y crítica social. El muñeco dejó de ser solo una «cura» para enfermedades y pasó a ser una representación satírica de políticos, personajes públicos o situaciones difíciles. A través de los famosos testamentos y las máscaras, los colombianos encontraron una forma de reírse de sus propios problemas y de las noticias del año.
Hoy en día, el Año Viejo sigue siendo el símbolo máximo de la esperanza. Al prenderle fuego a esa figura rellena de aserrín, las familias colombianas sienten que están soltando las frustraciones y las penas de los últimos doce meses. Es un puente entre el pasado que se consume y un futuro lleno de promesas, demostrando que, después de siglos, el deseo humano de volver a empezar sigue más vivo que nunca.
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— Hora13 Noticias (@hora13noticias) December 30, 2025

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