Por Johan Sebastián Ochoa Alzate.
El 24 de agosto se conmemoró el natalicio de Jorge Luis Borges y el martes 26 el de Julio Cortázar; los dos argentinos, los dos excepcionales cuentistas, y deudos también los dos de la literatura fantástica.
Las ficciones fantásticas son tan “viejas como el miedo”, escribió Adolfo Bioy Casares en el prólogo de la Antología de la literatura fantástica que él mismo, Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges compilaron y publicaron en 1940, cuando aún esta literatura era considerada como un género menor. Los relatos de tipo fantástico han existido, sin embargo, tal vez en todas las geografías, y se encuentran rastros desde la antigüedad, en Homero, Apuleyo o Las mil y una noches. En ese mismo prólogo, Bioy Casares menciona que los argumentos fantásticos se han venido discurriendo desde entonces en torno a historias de fantasmas, viajes en el tiempo, sueños, metamorfosis, el infinito, la inmortalidad, por ejemplo.
La literatura fantástica interpela, pues, la realidad de nuestras leyes humanas, naturales o divinas, sugiere que habría, por qué no, otras leyes. Estos relatos siguen despertando en nosotros esa extraña vacilación entre lo que es “real” y lo que es imaginado, soñado o producto de una ilusión. Fue hacia el siglo XIX cuando estas ficciones aparecieron mejor definidas como género, y solo hasta la segunda mitad del siglo XX, algunas décadas después publicarse la Antología de la literatura fantástica (1940), se elaboró una primera teoría específica, la de Tzvetan Todorov: Introducción a la literatura fantástica. Borges había hecho ya un comentario sobre las técnicas narrativas del género en el prólogo de La invención de Morel (1940), del mismo Adolfo Bioy Casares, al decir que los prodigios y aventuras de esa novela se descifran “mediante un solo postulado fantástico pero no sobrenatural”.
Es así como también sucede en gran parte de los relatos de Jorge Luis Borges (1899-1986) y de Julio Cortázar (1914-1984), quienes enriquecieron el género con cuentos que introdujeron formas modernas del laberinto, nuevos juegos de espejos y de dobles, nuevas representaciones de la monstruosidad, la fatalidad y el infinito; con historias que ocurren, sin embargo, en suburbios, cafés, plazas, tranvías, casas o bibliotecas, lugares en apariencia cotidianos.
Leer más: Borges: literatura e infinito
En Borges las manifestaciones de lo fantástico tienen a veces un carácter onírico, como en La escritura del dios o Las ruinas circulares, donde los sueños fecundan realidades irrevocables, trágicas, cíclicas. Otras veces es el tiempo la materia en que se manifiesta el elemento fantástico; por ejemplo, en El milagro secreto, un cuento en que se narra la historia de un dramaturgo que es sentenciado a muerte, pero justo cuando lo van a fusilar, experimenta una temporalidad paralela, dichosa y vana a la vez, que Borges usa para enfatizar en lo porosa y frágil que es la memoria y cuan perecedero es lo humano. Para enfatizar en que somos “eco, olvido, nada”, como escribió en uno de sus poemas.
También el tiempo, la naturaleza extraña del tiempo, es la clave de El jardín de los senderos que se bifurcan. Aquí Borges es más explícito en dos de los motivos claves de su obra: el laberinto y el infinito, que son, a la larga, expresiones del desconcierto humano ante un universo que no logra aprehender aunque trata de cifrarlo en el lenguaje. En la voz de un personaje dice: “Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”. (Que habitar el lenguaje era también habitar un laberinto).
En aquel prólogo ya citado de la Antología de la literatura fantástica, Bioy Casares dice de Borges que “ha creado un nuevo género literario, que participa del ensayo y de la ficción; son ejercicios de incesante inteligencia y de imaginación feliz, carentes de languideces, de todo elemento humano, patético o sentimental”. De ese carácter podrían mencionarse cuentos como El idioma analítico de John Wilkins, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius o El Aleph.
En el caso de Cortázar, sucede más bien lo contrario; lo humano, lo sentimental, es un rasgo clave en varios de sus relatos fantásticos. En Lejana, por ejemplo, escribió: “No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio”. Lejana es tal vez el primero de sus cuentos en que aparece el motivo del doble o de la dualidad temporal, que luego estaría también, con diversas técnicas narrativas, en el argumento de La isla a mediodía, Todos los fuegos el fuego o El otro cielo.
En los relatos de Cortázar, lo fantástico es una propiedad endógena de lo cotidiano, nace de una mano, de un sueño, de una galería comercial, de una puerta. Pero también, a veces, como consecuencia de las máscaras, los artificios que asumimos los seres humanos y que nos instalan en variadas formas del laberinto. Esto es evidente, por ejemplo, en La salud de los enfermos, donde toda una familia ha confabulado de tal forma una ficción, que al final, cuando ya no tiene incidencia, está a punto de seguir la marcha de sus propias mentiras; o en Instrucciones para John Howell, donde una extraña obra teatral hace que, fatalmente, la farsa representada se convierta en su realidad.
Otras manifestaciones de lo fantástico en la obra de Cortázar son la transformación (Axolotl), el sueño (La noche boca arriba), la lectura (Continuidad de los parques), el ritual (El ídolo de las cicladas). Igualmente, llevó la política al género fantástico, sin llegar a la alegoría, en cuentos como Apocalipsis de Solentiname o Segunda vez.
Otras columnas: Inés Jaramillo: un suicidio en 1800
Como es sabido, Borges fue el primero en publicar un relato de Cortázar, Casa tomada, en la revista Los Anales de Buenos Aires. Años después también prologó la publicación algunos de sus volúmenes de cuentos; en uno de ellos dijo:
“Los personajes de la fábula son deliberadamente triviales. Los rige una rutina de casuales amores y de casuales discordias. Se mueven entre cosas triviales: marcas de cigarrillo, vidrieras, mostradores, whisky, farmacias, aeropuertos y andenes. Se resignan a los periódicos y a la radio. La topografía corresponde a Buenos Aires o a París y podemos creer al principio que se trata de meras crónicas. Poco a poco sentimos que no es así. Muy sutilmente el narrador nos ha atraído a su terrible mundo, en que la dicha es imposible. Es un mundo poroso, en el que se entretejen los seres; la conciencia de un hombre puede entrar en la de un animal o la de un animal en un hombre. También se juega con la materia de la que estamos hechos, el tiempo. En algunos relatos fluyen y se confunden dos series temporales”.
“El estilo no parece cuidado, pero cada palabra ha sido elegida. Nadie puede contar el argumento de un texto de Cortázar; cada texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. Si tratamos de resumirlo verificamos que algo precioso se ha perdido”.
-
Borges, Cortázar y la literatura fantástica
“Borges y Cortázar enriquecieron el género con cuentos que introdujeron formas modernas del laberinto, nuevos juegos de espejos y de dobles, nuevas representaciones de la monstruosidad, la fatalidad y el infinito”.
-
Demasiado humano
“Aunque el ser humano trata de resguardarse, recae, le es imposible prescindir de su naturaleza”.